2. m. (Patol. Derm.). Herpes zóster: Véase zóster. Wikipedia.
lat. herpēs de gr. ἕρπης hérpēs [hérpēs ἕρπης gr. 'que rampa', 'herpes-zóster']
Leng. base: lat. del gr. Antigua, significado antiguo y nuevo. Docum. en 1493 en esp. En gr. desde Dioscórides, s. I d.C., en el significado de la 2ª acep. por metáfora, bien por irse extendiendo la enfermedad o por disponerse como una culebra (en esp. culebrón); pasó a lat. herpes (s. I d.C.), luego a lat.; docum. en lat. y esp. medieval; se aplicó después a otras enfermedades de la piel.
1) http://es.wikipedia.org/wiki/Herpes#Clases_de_herpes
2) http://commons.wikimedia.org/wiki/Category:Herpes_zoster
Comentario
La progresiva concreción de un término a lo largo de 25 siglos
En este comentario no vamos a aportar novedades sobre la palabra herpes; sencillamente vamos a intentar ver los problemas que plantea desde la antigüedad. La historia de esta palabra es bastante liosa, por eso quizá convenga aclarar de entrada cuáles son los dos significados que tiene en la actualidad. Tomamos las definiciones del Diccionario de Términos Médicos de la Real Academia Nacional de Medicina, Madrid 2011. Por un lado por herpes o herpes simple se entiende:
Está bastante menos claro qué significaba en griego ἕρπης hérpēs. Los diccionarios parecen muy seguros cuando afirman que significaba ‘zóster’ o ‘hérpes zóster’, pero en realidad ese era solo uno de sus posibles significados. Llegan a esa conclusión poco rigurosa a partir de la etimología de la palabra que la pone en relación con el verbo ἕρπω hérpō ‘moverse lentamente’, ‘reptar’ (el verbo equivalente latino es serpo de donde procede nuestra palabra serpiente, ‘la que repta’); y por otra parte, a partir de los significados que tuvo la palabra en latín medieval y latín renacentista, entre los que estaba la enfermedad que ahora se designa como zona, zóster o herpes zóster. Obsérvese que en español no académico se usa para designarla la palabra culebrón. Que de acuerdo con su etimología en griego empezara a usarse para lo que hoy llamamos herpes zóster no es ningún impedimento para que, por metonimia, se empleara también para otras enfermedades que dan lugar a pequeñas vesículas, aunque estas no adopten la figura de un cinturón o serpiente.
En realidad es muy poco lo que nos dicen los propios médicos antiguos sobre el término y estamos muy lejos de poder saber para qué lo utilizaban. En Hipócrates aparece ἕρπης hérpēs en cinco ocasiones pero en ninguna de ellas nos aclara gran cosa; solo intuimos que existía una variedad de ἕρπης hérpēs adjetivada como ἐσθιόμενος esthiómenos ‘que come’, ‘que corroe’. Varios siglos después, a finales del s. I d.C., Dioscórides lo usa en 33 ocasiones pero siempre en listados con otras enfermedades de la piel como ἐρυσίπελας erysípelas y no señala nada que nos permita conocer de qué enfermedad se trata. Tenemos que esperar a Galeno para saber algo más. Nos dice claramente que existen varios tipos, uno de ellos es el ἐσθιόμενος esthiómenos ‘el que corroe’, el más grave; otro lo designa como κεγχρίας kenkhríās ‘de aspecto de semilla de mijo’ porque «provoca», nos explica, «unas vesículas pequeñas y numerosas en la superficie de la piel que se parece a granos de mijo» (Ad Glauconem de medendi methodo K.11.74, la misma información en De tumoribus praeter naturam 722). Oribasio un par de siglos después, en el s. IV d.C., nos habla de un ἕρπης φλυκταινώδης hérpēs phlyktainōdēs o herpes vesicular que creemos que es el mismo que Galeno había llamado κεγχρίας kenkhríās. Hasta aquí la información que se puede obtener de médicos griegos, según la cual, sería aplicable para enfermedades como viruela, sarampión, varicela, erisipela, ergotismo, además del propio herpes zóster.
Los datos que encontramos en latín nos permiten complementar esta información. Plinio, en el s. I d.C., menciona herpēs como enfermedad sin más detalles (Naturalis Historia 26.145), pero por otra parte nos dice que una forma del sacer ignis, se designaba zōstēr (Nat.Hist. 26.121). Sobre el sacer ignis (en español ‘fuego de San Antonio’, véase el comentario de erisipela. El dato de Plinio es interesante porque ζώστηρ zōstēr es una palabra que en griego se usa con el significado de ‘cinturón’, ‘ceñidor’, pero en los textos que conservamos nunca la encontramos referida al herpes. Por su parte, su contemporáneo Escribonio Largo nos da otra información de interés; nos dice que el sacer ignis se puede llamar zōnā (Comp. 106), otra palabra griega para ‘cinturón’ que, de nuevo, en los textos griegos conservados no aparece nunca referida a ninguna enfermedad. No sería la primera vez que autores latinos informaran del significado de palabras médicas griegas. Un médico del Norte de África que escribía en latín en el s. V d.C., Casio Félix, pone en relación herpēs con el hecho de que la forma de la lesión que provoca se pueda comparar con una serpiente (24 p. 42). Uniendo todas estas referencias puede llegarse, aunque no se puede decir que nos movamos en un terreno muy seguro, a que una vriedad de sacer ignis o erysipelas, coincidente con lo que hoy llamamos herpes zóster o zona, era considerada como un tipo de herpes designado, por la forma de cinturón de las lesiones que producía, como ζώστηρ zōstēr o ζώνη zōnē. Esta es la interpretación que encontramos en el renacimiento, como, por ejemplo, en un comentario de 1642 a la Cirugía de Guido de Chauliac, gran cirujano del s. XIV, en el que se ponen en relación los tres términos: herpes, zoster y zona, como podemos ver en este enlace. Podemos observar de pasada cómo palabras extremadamente raras en la antigüedad en su significado médico como zōstēr o zōna han pervivido hasta el lenguaje médico actual.
Volviendo a Guido de Chauliac, de acuerdo con los médicos griegos y latinos citados, así como con los médicos persas, Rhazes, ss. IX-X, que estableció por primera vez la diferencia entre viruela y sarampión, y Avicena, ss. X-XI, distinguía dos tipos básicos, una forma llamada en latín herpes miliaris, es decir, aquel cuyas vesículas se parecen por su tamaño a granos de mijo, el que Galeno llamaba κεγχρίας kenkhríās, y otra variedad llamada en latín formica o cancer que se correspondía con el que ya Hipócrates designaba como ἐσθιόμενος esthiómenos 'corrosivo' (Chirurgia, Tractatus II, cap. 3, ed. de Lyon, 1572). Las cosas permanecerían sin grandes cambios hasta el s. XVIII; así la definición de herpes en el primer diccionario académico (Diccionario de Autoridades), 1734, es plenamente coincidente con Chauliac:
Estas dos categorías no se corresponden en absoluto con las actuales porque la forma grave, la corrosiva, probablemente se refiera a cosas que hoy llamaríamos ergotismo, cáncer, viruela, erisipela, etc. A finales del s. XVIII, el médico inglés Robert Willan, al que se considera uno de los padres de la dermatología por su clasificación sistemática de las enfermedades de la piel, distinguía seis tipos de herpes, todos ellos, aclaraba, variedades del herpes miliaris o κεγχρίας kenkhríās porque consideraba, con razón, que la llamada forma corrosiva o ἐσθιόμενος esthiómenos no era herpes; 1) Herpes phlyctaenodes, 2) Herpes zoster, 3) Herpes circinatus, 4) Herpes labialis, 5) Herpes praeputialis, 6) Herpes iris.
Esta clasificación, conocida como de Willan o Willan-Bateman, permaneció durante muchos años. En realidad con los criterios actuales los tipos 1), 3), 4), 5) y 6) serían distintas formas o localizaciones del herpes simple. El resto de la historia es más conocido. William Heberden a finales del s. XVIII estableció la diferencia entre el herpes zóster y la viruela. Después, el médico alemán F.W.F. von Bärensprung en 1850 demostró que el herpes zoster era una lesión asociada a un nervio y de ahí que se manifestara como una cinta o serpiente. Más adelante, ya a principios del s. XX, se comprobó la relación entre el herpes zoster y la varicela y que eran provocados por el mismo virus, aislado en 1953 por Th.H. Weller, premio Nóbel. La denominación herpes simplex se atribuye al médico inglés Richard Boulton en 1713. El virus de este herpes se aisló en torno a 1930.
En conclusión, creemos que ha quedado claro que el término herpes ha ido concretando y definiendo mejor su ámbito de aplicación en un proceso largo y difícil que ha durado más de 25 siglos.
Francisco Cortés. Abril 2013.
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Año: 1493
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- citomegalovirus; zóster