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Palabra
melena [melaena]
f. (Patol. Digest. y Hepatol.). Expulsión de sangre digerida de color negro en las deposiciones del vientre, bien sola o mezclada con excrementos; generalmente es consecuencia de una hemorragia del estómago. Wikipedia.

lat. cient. melaena de gr. mélaina (noûsos) μέλαινα (νοῦσος) [melan(o)- μέλαν/μέλαινα gr. 'negro']
Leng. base: gr. Antigua. Docum. en 1541 en lat. morbus niger, trad. de Hipócrates, s. V a.C., mélaina noûsos μέλαινα νοῦσος 'enfermedad negra', caracterizada por vómitos o heces negras; los médicos posteriores no vuelven a hablar de ella y usan, por el contrario, la expresión mélana diakhōrḗmata μέλανα διαχωρήματα 'heces negras'.

Comentario

El morbus niger y las heces negras

Desde un punto de vista etimológico esta palabra no ofrece mayor dificultad: procede del adjetivo griego μέλας mélas ‘negro’ cuyo femenino en nominativo es μέλαινα mélaina. Concierta con el sustantivo femenino νοῦσος ‘enfermedad’, por tanto, melena significa propiamente, no 'negra', sino ‘enfermedad negra’; se usó en época renacentista tanto en su traducción latina morbus niger, como en la forma transliterada melaena; es fácil encontrar una u otra forma en diccionarios médicos antiguos. Hoy día se usa melena en un sentido algo más restringido que el antiguo, pero coincidente en lo básico, de 'proceso caracterizado por la expulsión de heces negras'. Los médicos griegos usaban τὰ μέλανα (tà mélana) para ‘heces negras’ porque sobreentendían διαχωρήματα (diakhōrēmata). Nada que reprochar a la explicación “oficial” que podemos encontrar en diccionarios que cuidan sus etimologías, como el OED o el DTM. A pesar de esta aparente simplicidad, si indagamos en la historia de la palabra podemos aprender cosas de interés.

En primer lugar, la denominación μέλαινα νοῦσος es propia de Hipócrates y es rara en médicos posteriores, salvo Galeno, que en realidad solo la usa cuando está comentando textos hipocráticos, por ello no tiene nada de extraño que no la encontremos en latín clásico o tardío. El motivo es sencillo: con posterioridad a Hipócrates no se consideró que fuera una enfermedad relevante o que estuviera bien definida y, sobre todo, se entendió que las heces o vómitos negros se debían a la expulsión de sangre digerida. Esto nos pone de manifiesto un hecho de gran interés y bien conocido cuando se hace la historia de la medicina griega, aunque muchas veces se suele explicar mal. No es verdad que la medicina griega no progresara en sus conocimientos con posterioridad a Hipócrates, claro que lo hizo. Los médicos de época alejandrina, tres siglos después de Hipócrates, sabían muchísima más medicina que él porque el conocimiento anatómico progresó enormemente por la práctica rigurosa de la anatomía, hecha no solo sobre animales, también en cadáveres humanos (véase el comentario de autopsia). Galeno, siete siglos posterior a Hipócrates, sabía infinitamente más medicina que este y probablemente bastante más que los médicos alejandrinos (a los que en la práctica solo conocemos por las citas que hace de ellos Galeno). Como reacción a la profusión de distintas escuelas médicas de su tiempo (empíricos, dogmáticos, metódicos, etc.), Galeno reivindicó la autoridad de los escritos hipocráticos y dijo que la medicina debía asentarse en las doctrinas del viejo maestro. Esto ha hecho creer a muchos que Hipócrates y Galeno sabían lo mismo porque no han entendido que el hipocratismo galénico fue puro “postureo”. El verdadero estancamiento de la medicina griega se produjo después de Galeno y fue, además, total, pero no antes.

El pasaje hipocrático más relevante sobre lo que nos ocupa y al que se alude una y otra vez en los escritos médicos desde el s. VI a.C. hasta el s. XVIII d.C., está en De morbis 2.73 y dice en la traducción de Lara Nava (Madrid, col. Gredos, 1990):

«Enfermedad negra: Vomita algo negro como las heces del vino, unas veces sanguinolento, otras veces como el trasmosto, otras como la tinta del pulpo; otras veces agrio como el vinagre, otras esputo y flemas y otras bilis verde. Y cuando vomita lo negro y lo sanguinolento, parece que huele como a sangre y la garganta y la boca le arden por causa de los vómitos y tiene dentera y el vómito remueve la tierra. Y cuando ha vomitado, parece estar mejor por algún tiempo. Y no soporta ni estar sin comer ni tampoco haber comido de más. Sino que, cuando está en ayunas, le suenan las entrañas y los esputos son ácidos; pero cuando ha comido algo, siente pesadez en las entrañas y le parece como si unos estiletes se le clavasen en el pecho y en la espalda, tiene dolor en los costados y una ligera fiebre, le duele la cabeza, no ve con los ojos, y las piernas están pesadas y el color de la piel es oscuro y adelgaza.»

Observemos que no habla de deposiciones negras, pero, como insisten siempre los estudiosos de Hipócrates, los escritos que se le atribuyen no son obra de una sola persona, sino más bien testimonios de la medicina de una época (ss. V- IV a.C.), por tanto, no se puede pedir que sean congruentes. Pues bien, si unimos la información del pasaje anterior con otras nos haremos una idea más completa de cómo se entendió el morbus niger en el renacimiento, cuando se redescubrieron los escritos de Hipócrates y se pudo leer al padre de la medicina occidental en la cantidad y calidad que lo leía Galeno. Como hemos comentado ya a propósito de melancolía, el negro también en la antigüedad tenía unas connotaciones funestas por tanto no deben extrañarnos los texto de los siguiente aforismos o “predicciones” hipocráticas:

«En el inicio de las enfermedades si se expulsa por arriba o por abajo bilis negra el pronóstico es fatal.» (Aphor. 4.22).

«La expulsión de heces negras mata» (Coa Praes. Littré 5.596.8).

«Si se expulsa una deposición marcadamente “cruda” (poco digerida) o negra, rala y maloliente, son todos ellos indicios funestos. (Prorrheticon 2.23).»

«La enfermedad negra se llama así porque es consecuencia de la bilis negra.» (Galeno explicando denominaciones hipocráticas, K. 19.120.11).

Queda claro que la asociación entre deposiciones negras y morbus niger, que no hemos visto en el primer texto hipocrático citado, es perfectamente coherente con el conjunto de sus textos. Ya hemos discutido también en el comentario de melancolía la dificultad de identificar qué entendían los médicos antiguos por bilis negra, uno de los cuatro humores (sobre esta cuestión remitimos a temperamento).

En su tratado dedicado específicamente a la bilis negra dice Galeno, a propósito de las heces negras:

«Se distingue la bilis negra de la sangre (negra, también, a veces), porque la bilis, a diferencia de esta, no se coagula. No hay que confundirla, desde luego, con lo que se designa específicamente melenas (τὰ μέλανα). Lo negro que se vomita o se expulsa como heces es completamente distinto de la bilis negra, no solo en sus propiedades, también en sus cualidades perceptibles, pues no participa de la acidez que la bilis negra vomitada manifiesta al gusto, ni del olor... » (De atra bile K. 5.111).

Galeno, que conoció mejor que nadie los escritos de Hipócrates, está en realidad en la misma situación que los estudiosos actuales: no sabé qué demonios era lo que Hipócrates designaba bilis negra; él sabe con toda seguridad que los vómitos o heces negras son sangre digerida y nada tienen que ver con la bilis. No contradice al maestro abiertamente puesto que se ha declarado partidario de su doctrina, pero no lo sigue en absoluto. Téngase en cuenta que no estamos hablando de una cuestión periférica de la doctrina hipocrática: los cuatro humores, entre los que está la bilis negra, son para el propio Galeno la clave de bóveda de la teoría hipocrática y así lo pone de manifiesto en su comentario al tratado hipocrático Sobre la naturaleza del hombre. Está claro que Galeno es seguidor de Hipócrates solo de palabra, aunque lo disimuló tan bien que tuvo engañados a todos sus lectores hasta fecha reciente. En época de Hipócrates llamaban 'bilis negra' a sangre vomitada o expulsada en heces, mientras que Galeno distinguía con claridad una cosa de otra. (Nota erudita e inecesaria: conservamos un tratado escrito en griego titulado De excrementis de Teófilo Protospatario, s. VII d.C., que no aporta gran cosa a lo visto hasta ahora).

Ahora damos un salto de dieciséis siglos y comprobamos hasta qué punto autores médicos reputados de época moderna siguieron repitiendo casi al pie de la letra afirmaciones del fundador de la medicina occidental que ni siquiera Galeno compartía. Probablemente la revolución de Vesalio hubiera sido mucho más rápida si los estudiosos renacentistas no hubieran caído en la trampa galénica descrita antes y se hubieran dado cuenta de que Galeno superaba muchísimo en conocimientos a Hipócrates, es decir, si se hubiera leído la herencia de la medicina antigua teniendo en cuenta su evolución en el tiempo. Su revolución fue crucial pero la crítica a la medicina antigua tardó mucho en abrirse camino.

Como hemos comentado en otras ocasiones, en torno al año 1500 estaban ya impresos y publicados en griego la mayor parte de los tratados hipocráticos y galénicos; pocos años después empezaron a aparecer sus traducciones latinas y toda la Europa culta renacentista se puso a leer a Hipócrates con avidez; por ello documentamos morbus niger, traducción de mélaina noûsos μέλαινα νοῦσος, en el año 1541 en traducciones de tratados hipocráticos. Pero no se discute en amplitud sobre su entidad hasta el s. XVII. En 1652 encontramos una tesis cuyo título es Morbus niger Hippocratis. Paralelamente Vandermonde, Boissier de Sauvages, Hoffmann, considerados grandes médicos del s. XVIII, expresan puntos de vista que no difieren absolutamente nada de lo que hemos visto que decía Hipócrates y que formula con toda claridad este diccionario médico de 1759. En 1782 hay, incluso, una publicación específica titulada De melaena que los más interesados pueden leer aquí y que empieza con la siguiente declaración: «Melena o enfermedad negra: entre los antiguos significaba expulsión por boca o ano de materia negra».

El primer texto que cita el OED en el que melena significa ya solo 'expulsión de heces negras' es de 1858.

Francisco Cortés. Enero de 2015.

Referencias bibliográficas.


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Introducción al lenguaje científico:
Año: 1541
ISBN: 8478005722