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Palabra
plasma [plasma]
1. m. (Histol.). Parte líquida de la sangre, que contiene en suspensión los elementos sólidos componentes de esta. Wikipedia.
2. m. (Citol.). Protoplasma.

al. Plasma [plás-m(a) πλάσμα gr. cient. 'líquido constituyente']
Leng. base: gr. Neol. s. XIX coincidente con palabra antigua. Acuñada en 1836 en al. por C.H. Schultz. Etimol. ‘líquido constituyente’; 2ª acep. docum. en ingl. en 1864. En gr. plásma πλάσμα significa 'forma moldeada', 'imagen', sentido con el que pasó a lat. plasma; sin relación por tanto con el término moderno.

Comentario

¿Un neologismo desafortunado?

Hay varios motivos por los que plasma resulta desafortunado desde el punto de vista etimológico:

1. Es un neologismo que coincide con un término antiguo con el que no tiene nada que ver en cuanto al sentido. No es buena práctica desde el punto de vista etimológico usar un término ya existente y hacer que signifique algo completamente distinto.

2. Existían tanto en griego como en latín términos para ‘suero’; si quería añadirse un nuevo matiz al significado del latino suero podría haberse aprovechado el griego óros ὄρος que es un lexema sin uso en vocabulario científico moderno.

3. Está mal formado para el significado que se quiere trasladar; para expresar la idea de ‘constituyente’, ‘formativo’, debería haberse utilizado un sufijo que expresara el instrumento o el agente, es decir -tēr/-tōr/-tr(o)- y no el sufijo -ma que expresa el resultado de la acción. Debiera haber sido, según eso, pláster que no existe en griego y que podría significar sin inconveniente ‘que da forma’, ‘que constituye’.

Normalmente la creación de neologismos o dotar a términos antiguos de nuevos significados, práctica muy habitual en el s. XIX (como se puede comprobar en dicciomed pulsando en palabras por fecha y después seleccionando “siglo XIX”), se hacía con cuidado y consultando con filólogos clásicos. Parece claro que no ha sido el caso de plasma. Nuestro tercer punto en la crítica es muy difícil de rebatir y cualquier filólogo habría evitado este mal uso.

Sin embargo, Ch. H. Schultz, el creador de este término en 1836, tenía sus motivos en lo que hace referencia a nuestros puntos críticos primero y segundo. Para él era fundamental la diferencia entre sangre viva y sangre muerta. A partir de ahí, dice textualmente:

“Sólo hay dos elementos orgánicos en la sangre viva, a saber, el plasma y las vesículas sanguíneas (glóbulos). En la sangre viva no existe suero, se forma, como producto químico, por la coagulación después de la muerte”.

“El liquido incoloro de la sangre no es ni suero puro, ni suero con alguna solución química, sino un líquido orgánico que forma, por su fuerza plástica, fibrina; a partir de ese líquido se produce químicamente el suero tras la muerte. Es por ese motivo por el que he llamado al líquido vivo plasma; esta es la porción verdaderamente nutritiva y plástica de la sangre a partir de la que se forman y alimentan todos los órganos del cuerpo.”

El texto pone de manifiesto por qué Schultz no podía seguir usando los términos clásicos, serum u óros ὄρος. Había descubierto que la parte líquida de la sangre era activa, era un elemento constituyente o formativo, proteínico, capaz de formar la fibrina y responsable de la nutrición del organismo.

Traducción del texto de Charles H. Schultz a partir de “The circulating system”, The Lancet, 1838-39, Londres 1839, página 712. Públicado a texto completo en Google, Búsqueda de libros. Para encontrarlo pulse 'búsqueda avanzada', teclee “plasma” en la caja de búsqueda superior, “Lancet” en la denominada 'Mostrar libros titulados' y en fecha de publicación escriba “1839” en ambas casillas.

Francisco Cortés. Noviembre 2007.

ISBN: 8478005722