lat. tardío hēmicrānia(m) de gr. hēmikrāníā ἡμικρανία [hēmi- ἡμι- gr. 'mitad', 'semi-' + krān(io)- κρανίον gr. 'cabeza' + -íā gr. 'cualidad']
Leng. base: gr. Antigua. Docum. en 1250 en esp. Es la misma palabra que hemicránea pero con evolución fonética por haber pasado por lat., lat. tardío y castellano mediev.
Comentario
Migrañas, biquinis, azafatas y modas
En el año 2003 Fernando A. Navarro (médico y traductor), bien conocido por su apoyo incondicional a Dicciomed desde sus orígenes y colaborador en esta sección, publicó un estudio divertido y ameno en el Vol. 4, n.º 12. Junio del 2003 de Panace@ en forma de carta que creemos que no ha perdido un ápice actualidad. El original puede verse en este enlace. Por razones de espacio hemos omitido alguna referencia bibliográfica y alguna gráfica que pueden verse en el original, pero hemos conservado la integridad del texto con cambios mínimos.
“Saladrigas y Pestana publicaban en el número de Panace@ (vol. 4, 11, marzo 2003) un entremés, «Migrañas que dan jaqueca», en relación con un debate sostenido recientemente en el seno de MedTrad. En este entremés, los autores exponen de forma clara y concisa los argumentos favorables a una de las dos posturas enfrentadas en el debate: a saber, la de quienes sostienen que el inglés migraine puede muy bien traducirse al español por migraña, sin que ello pueda tildarse de anglicismo.
Me gustaría llamar la atención del lector sobre el último párrafo del susodicho entremés, donde se afirma, a modo de conclusión:
Dado que comparto la opinión de García-Albea, escribo a Panace@ para rebatir la conclusión de Saladrigas y Pestana. Y lo haré contestando —e invitando al lector a que se conteste también conmigo— a cuatro preguntas que considero fundamentales para entender la cuestión.
1. ¿Sólo lo moderno puede estar de moda?
Saladrigas y Pestana juzgan «inverosímil que la palabra migraña se haya puesto de moda» por cuanto su uso en español está documentado ya en el siglo XIII (2) y se encuentra con relativa frecuencia en los textos médicos bajomedievales (3). Este modo de razonar, no obstante, implica admitir que sólo lo moderno pueda estar de moda. Para demostrar que ello no es así, y puesto que de modas hablamos, nada mejor que acudir precisamente a un ejemplo tomado del mundo de la moda. Según puede comprobar cualquier turista en Piazza Armerina (Sicilia) por este mosaico romano de la Villa del Casale del s. IV,
http://es.wikipedia.org/wiki/Villa_romana_del_Casale
Y esta argumentación puede extrapolarse sin dificultad del ámbito de la moda femenina al de las palabras. Porque es cierto que, a partir del árabe as-safat (canastillo de mimbre), en el español del siglo XVI se llamaba azafata a la camarista o criada de la reina que llevaba en un canastillo o azafate los vestidos y alhajas de su regia señora. Pero no menos cierto es que la palabra azafata, ya arcaica en la época de mis tataratatarabuelos, se puso de moda —en aviones, trenes, autocares y congresos— a raíz del auge que experimentó la aviación civil al término de la Segunda Guerra Mundial. Y es que en los aviones de hace medio siglo, más pequeños que los modernos, las air hostesses no arrastraban un carrito como ahora, sino que portaban una bandeja o azafate con los aperitivos y refrescos que ofrecían a los viajeros.
Vemos, pues, que una palabra puede ser de uso antiquísimo en un idioma y, no obstante, estar de moda en una época determinada y reciente. Ello puede deberse a la necesidad de dar nombre a nuevas realidades, como en el caso comentado de azafata o, en el terreno de la medicina, el caso de la palabra virus (en uso desde la época de Celso, pero de moda a partir de 1930, con el nacimiento de la moderna virología). O puede deberse, también, a la influencia de otros idiomas: ¿quién negará que palabras latinas como campus, versus, pertussis o cérvix —todas ellas con siglos, e incluso milenios, de antigüedad— están de moda en español desde hace un cuarto de siglo por influencia del inglés?
En el caso de migraña, pues, interesa determinar: en primer lugar, si está de moda en nuestros días; y en segundo lugar, de ser ello cierto, a qué puede obedecer dicha moda.
2. ¿Está de moda la palabra migraña?
Para muchos médicos y traductores —entre quienes, evidentemente, nos contamos tanto García-Albea como quien esto suscribe—, la cosa está clara: la palabra migraña está de moda en español y amenaza con desplazar en el uso al término tradicional jaqueca. Pero como, a la vista del debate sostenido en MedTrad y del entremés publicado en el último número de Panace@, no parece que un convencimiento personal ni una impresión subjetiva basten para convencer a quienes opinan de modo distinto, he creído conveniente analizar la cuestión de forma cuantitativa.
El corpus diacrónico elaborado por Davies en la Universidad del Estado de Illinois a partir de textos españoles de todos los tiempos contiene más de 100 millones de palabras. Una búsqueda efectuada el 30 de abril (2003) me permitió recuperar 55 apariciones del vocablo migraña (o sus variantes arcaicas migránea, emigránea y migrania), con la siguiente distribución:
1 en el siglo XIII, 12 en el siglo XV, 1 en el siglo XIX y 41 en el siglo XX. Y 132 apariciones del vocablo jaqueca (o sus variantes arcaicas xaqueca, axaqueca, enxaqueca y ajaqueca), con la siguiente distribución: 1 en el siglo XIII, 20 en el siglo XV, 9 en el siglo XVI, 14 en el siglo XVII, 7 en el siglo XVIII, 54 en el siglo XIX y 27 en el siglo XX.
Dado que este corpus textual, como tantos otros, contiene muchos más textos modernos que antiguos, los resultados obtenidos no permiten extraer ninguna conclusión sobre la evolución temporal de un término aislado, pero sí son muy útiles para comparar la frecuencia relativa de uso de dos términos a lo largo de la historia. Las cifras presentadas en el párrafo anterior permiten extraer dos conclusiones interesantes:
b) Sólo en el siglo XX el término migraña supera en frecuencia de uso a jaqueca.
Parece ser, pues, que migraña, con todo y ser vocablo antiguo, se ha puesto de moda recientemente en español. ¿Desde cuándo exactamente? No podemos responder a esta pregunta con el corpus de Davies, puesto que únicamente fecha los textos por siglos.
3. ¿Desde cuándo está de moda la palabra migraña?
La Real Academia Española (RAE) ha elaborado dos bancos de datos que aventajan al de Davies tanto en tamaño (aproximadamente 200 millones de palabras) como en el hecho —importante para nosotros— de que todos los documentos vayan fechados por año de publicación. Se trata del Corpus diacrónico del español (CORDE), que abarca desde los orígenes de la lengua hasta hace 25 años, y el Corpus de referencia del español actual (CREA), que abarca exclusivamente los 25 últimos años y permite analizar cómodamente, pues, las tendencias actuales.
Una búsqueda efectuada el mismo 30 de abril (2003) me permitió recuperar 178 apariciones del vocablo migraña (o sus variantes arcaicas migránea, emigránea y migrania), con la siguiente distribución: 2 en el siglo XIII, 2 en el siglo XIV, 7 en el siglo XV, 1 en el siglo XVI, 1 en el siglo XIX, 12 en el período 1901-1977 (10 de ellas posteriores a 1960) y 153 desde 1978. Y 496 apariciones del vocablo jaqueca (o sus variantes arcaicas xaqueca, axaqueca y ajaqueca), con la siguiente distribución: 1 en el siglo XIII, 20 en el siglo XV, 17 en el siglo XVI, 22 en el siglo XVII, 17 en el siglo XVIII, 90 en el siglo XIX, 194 en el período 1901-1977 y 135 desde 1978.
Estas cifras vienen a confirmar lo ya observado en el corpus de Davies: a saber, que el término migraña se usó con cierta frecuencia hasta el siglo XV, pero que cayó en desuso desde entonces hasta bien entrado el siglo XX. Los bancos de datos de la RAE, además, ofrecen un dato muy revelador: que la moda de migraña data apenas de 1978. Obsérvese, curiosamente, cómo esta fecha de 1978 coincide de forma exacta con los «veinte años de moda» que aventuraba al buen tuntún García-Albea (2) en su libro de 1998. Parece ser, pues, que en ocasiones las impresiones subjetivas no difieren mucho de los análisis cuantitativos.
4. ¿Por qué está de moda la palabra migraña?
Esta última pregunta es la más endiablada de responder, porque no se trata ya de describir tendencias ni frecuencias de uso, sino de aventurar motivos. Y los motivos de la conducta humana son a menudo, ya se sabe, difícilmente objetivables o cuantificables.
Veamos brevemente algunas hipótesis.
a) Ocurre con frecuencia en medicina que dos vocablos, hasta entonces sinónimos, comienzan a utilizarse de forma específica para marcar sutiles diferencias conceptuales. Tal fue el caso de los términos bacteria y bacilo, inicialmente sinónimos, pero que posteriormente fueron afinando su significado para pasar a designar, bacteria, a cualquier microrganismo unicelular procarioto; bacilo, tan sólo a los de forma alargada. O, en inglés, las diferencias de significado hoy claras entre los términos hemicrania y migraine, que comparten etimología y fueron en un principio sinónimos. ¿Es posible que migraña se haya empezado a utilizar en español en el último cuarto del siglo XX para designar un concepto distinto del de jaqueca?
No parece ser tal el caso. Tanto los tratados de neurología como, de forma muy significativa, todos los diccionarios generales y médicos que incorporan el término migraña coinciden en definir migraña como sinónimo estricto de jaqueca. Sólo algunos diccionarios médicos recientes traducidos del inglés no registran, por increíble que pueda parecer, el vocablo jaqueca entre el vocabulario médico español, e incluyen únicamente migraña sin mención a su sinonimia tradicional.
b) Otra posibilidad es que los médicos hubieran empezado a utilizar migraña en lugar de jaqueca para facilitar la comunicación con los enfermos. Es frecuente, por ejemplo, que, cuando desean ser comprendidos, los médicos hablen de visión doble en lugar de diplopía; de lavativa en lugar de enema; de paperas en lugar de parotiditis o de calvicie en lugar de alopecia (incluso de brazo en lugar de extremidad superior o de cáncer en lugar de carcinoma, aun a sabiendas de que no son términos estrictamente sinónimos).
No parece tampoco ser éste el caso de migraña. Tenemos, por un lado, los datos objetivos que demuestran que migraña fue hasta hace cinco lustros un vocablo prácticamente desconocido entre la población general: por ejemplo, los datos ya comentados de los corpus de Davies y la RAE, o el hecho de que el término migraña no aparezca registrado en ninguno de los diccionarios contenidos en el Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española (NTLLE) hasta 1914. Y tenemos, por otro lado, la experiencia personal de que el uso del término migraña no ha servido para mejorar la comunicación, sino que en la práctica la ha dificultado con demasiada frecuencia, incluso entre médicos. He conocido, por ejemplo, a varios médicos convencidos de que migraña y jaqueca designaban dos tipos bien distintos de cefalea.
c) Nos queda, por último, la posibilidad de que la moda de la migraña obedezca a la influencia de otros idiomas. La secuencia temporal ilustrada anteriormente parece indicar a las claras que la migraña de finales del siglo XX no procede directamente de nuestras emigráneas medievales, pues hay entre ellas más de cuatro siglos de de uso, sino que nos ha llegado de otra lengua moderna. Ahora bien, ¿de cuál de todas? Porque la jaqueca, como tantos otros arabismos, es un término peculiar de nuestra lengua que, fuera del portugués, no tiene parangón en otras lenguas europeas de cultura. Jaqueca, en efecto, se dice migraine en inglés, francés y holandés, migranya en catalán, emicrania en italiano, Migräne en alemán, migræne en danés, migrän en sueco, migrene en noruego, migreeni en finlandés, migrena en rumano, y en ruso.
Parece evidente que el francés migraine puede estar detrás de las migrañas que encontramos en algunos textos médicos traducidos a partir de mediados del siglo XIX, pero los datos de los corpus diacrónicos consultados indican bien a las claras que migraña, como galicismo, apenas cuajó en el lenguaje médico y mucho menos pasó al lenguaje común. En cuanto al catalán migranya, no cabe duda de que puede haber favorecido el uso de migraña entre los castellanohablantes de Cataluña, además de haber actuado como eslabón intermedio entre el francés migraine y el español migraña, pero no parece fácil que pueda explicar la extraordinaria difusión alcanzada en los últimos decenios por migraña en otras zonas de España y América.
Si el francés y el catalán han podido actuar como factores potenciadores, ninguno de ellos podría explicar por sí mismo la evolución temporal observada en los bancos de datos. El hecho de que la moda del término migraña se limite al último cuarto del siglo XX apunta claramente al inglés migraine como causa directa de nuestra migraña. Dicha evolución temporal, de hecho, coincide de forma llamativa con la eclosión de la primera generación de médicos españoles formados de manera casi exclusiva con la lectura de textos escritos en inglés.
Por consiguiente, la aseveración de García-Albea que ha dado pie a esta carta no es en absoluto inverosímil, como sostenían Saladrigas y Pestana, sino más bien todo lo contrario: en mi opinión, parece bastante verosímil que, como afirmaba García-Albea, la palabra migraña se haya puesto de moda en los últimos 25 años sin más razón que el mimetismo con el migraine inglés (y francés).
Mayo de 2011. © Fernando A. Navarro y Panace@.
(1) García-Albea Ristol E. Historia de la jaqueca. Barcelona: Masson; 1998.
(2) Anónimo. Lapidario (Escorial H.I.15). 125, accesible en CORDE.
(3) Herrera MT. Diccionario español de textos médicos antiguos (2 tomos). Madrid: Arco; 1996.
Año: 1250
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